Por Mauricio Percara Li Yanxin es una más entre millones y millones de chinas. Se confunde entre la multitud, se pierde entre mares de gente o montañas de personas, incluso viste de manera poco llamativa y en colores tenues. (Es difícil localizarla a la salida del metro de Beijing).Es una más entre la inmensa populación de un país gigante. Normal en las situaciones más cotidianas. Pero cuando Yolanda —nombre que utiliza para presentarse al público extranjero— esparce arena sobre una pantalla iluminada y desliza sus dedos narrando historias en tiempo real, se transforma en la china más especial de China. Única. Sus ojos brillan, destellan efectos especiales tan fantásticos como las formas que recrea, y el mundo entero presta atención a la narración granito a granito. Porque cada granito cuenta, como cada persona extraviada en una miríada de personas. Nos encontramos en su estudio, casi oculto en un clásico complejo chino, rodeado de casas y tiendas. Amo el arte desde mi infancia. Siempre me interesé mucho por todo, en general, y me gusta explorar e investigar sobre diversos temas —cuenta Yolanda mientras sostiene un vaso de agua fría, una preferencia que la distingue de otros coterráneos adeptos al agua caliente—. Siempre me gustó observar las flores que forma el hielo en invierno en las ventanas: algunas veces aparecen bosques, otras escamas de nieve. En ocasiones paso horas frente a la ventana, atenta a esas vistas. De igual manera, pongo mis ojos en las nubes, me fascino con los cambios impredecibles. Creo que es como en mis pinturas de arena, ya que la gente no puede adivinar cuál será la próxima imagen. En el trascurso de la entrevista, Yanxin me muestra una foto de su gata muerta. Se ve al animal sobre un teclado de computadora y mirando a cámara, con su pelaje tricolor, marrón, blanco y negro; y unos ojos grandes y verdes. «La extraño mucho», comenta entre sollozos y me convence de que se trata de la mascota más inteligente que haya puesto sus patitas sobre la faz de la tierra. Dice que entendía instrucciones tanto en chino como en inglés. Yolanda, cuando tiene tiempo, va a visitar su tumba y charla por horas.«Era igual a mí, me entendía», asegura. En sus obras, frecuentemente aparecen figuras felinas. «Es inevitable», asegura, mientras me cuenta su vida. En 1992, Yolanda se encontró frente a unos retratos en facsímil que le cambió la vida, unos retratos en carbón hechos con pincel. La cantidad de carbón aplicada lograba diferentes efectos, variando las tonalidades entre el blanco y el negro, pasando por matices grises. «Un trabajo exquisito, realizado por un tipo de artistas que escasea», según Yolanda, quien aprendió luego esta técnica especial, la que serviría más adelante como fuente de inspiración para sus trabajos en arena. —Me especialicé en Artes y Oficios entre 2003 y 2006 —cuenta Yolanda—. Esta profesión cubre una amplia gama de temas, tales como: boceto, pintura china, gouache, fotografía, publicidad, etc. Éstos sentaron una base sólida para la arena en movimiento. pintura a la que me dedico. Pero fue en 2008, cuando Yolanda vio por televisión una pintura de arena en movimiento realizada por el artista húngaro Ferenc Cako. Fue un antes y un después. «Tuve un sentimiento indescriptible, era diferente a los que tuve con otras formas de arte que me gustaban antes. Sentí el latido del corazón propio del "amor a primera vista". Entonces me di cuenta de que esa sería la dirección que tomaría de ahí en más». La pintura de arena en movimiento es una forma de actuación en combinación con el arte escénico. La creación de la pintura de arena trata sobre las imágenes únicas formadas por la luz y la sombra debajo de la arena, la que es esparcida y retirada por las manos del artista sobre un tablero vidriado; construyendo efectos que son registrados en video y proyectados para el público. Creación y destrucción para volver a crear, un constante cambio: esa es la filosofía del arte de la pintura con arena. Eso es lo que entiendo de la explicación que me da Yolanda, mientras prepara té y troza una sandía en cubitos. Sobre la pantalla aún encendida de su estudio, se deducen las formas de un gigantesco felino. Lo que en un principio fue amor a primera vista, se convirtió en una carrera para Li Yanxin, una en la que hasta el momento ha destacada. Una en la que ha sido muy reconocida. En 2006, en la Novena Gala de Bienestar de China, con la pintura "Bring Love Home" ganó el Certificado de Honor. En 2017, se expuso su corto en pintura de arena "El sueño de China y la pasión por los Juegos Olímpicos de Invierno" y ganó un certificado honorario; y, ese mismo año, con su "Orgullo de China" ganó el primer premio en "Evento de pintura y caligrafía para las figuras influyentes anuales de China 2017" organizado por CCTV. Su arte se popularizó, especialmente entre las embajadas pekinesas. De esa manera, pintó en vivo en muchísimas ocasiones y para diversos públicos. Como en agosto de 2018, cuando formó parte de un evento de cata de vinos en la Embajada de Argentina, donde expuso los elementos culturales destacados de Argentina a través de la pintura de arena (además, realizó un sorprendente retrato del entonces embajador argentino en China, Diego Guelar). Y la lista de éxitos sigue: desde participaciones en películas, hasta portadas de discos. Cuando ya se hace tarde, le pregunto a Yolanda por sus sueños. Ella me responde breve y sinceramente que desea conocer Argentina y crear obras que gusten a su gente, para lograr que sus pinturas viajen hasta los antípodas. Luego me describe la belleza del glaciar Perito Moreno con semillas de sandía. Me pide que, por favor, le recuerde el gol de Messi a Nigeria en el mundial de Rusia; accedo a su petición, lastimosamente. Ya es tarde en la capital china, cerca de las once de la noche. Yolanda me despide diciendo «Tengo que practicar para el evento de la semana próxima». |